miércoles, 18 de diciembre de 2013

Las Bellostas Rodellar, por las fauces del Mascún

IXOS MONS
Las Bellostas - Rodellar, 
Sábado, 15 de diciembre de 2013



            Hoy nos vamos en busca de ese sol que dicen que hace, de esos limpios cielos que dicen que hay. Sí, hay vida por encima de las nieblas. En un intento de escapar de esas boiras que tan poco amamos, pero que tanto aman al Valle del Ebro, nos vamos a la Sierra de Guara, que tan olvidada tenemos, y por ello, queremos poner remedio.

Del Taillon a la Punta de las Olas.
Todo un mundo de sensaciones
            Nos unimos a la expedición de Esbarres y Estalentaus para que no nos tenga que contar nadie esas maravillas que el Mascún Superior reserva a los que por allí se acercan. Era una asignatura pendiente, ni esos desgarradores paisajes inmersos en el barranco, ni nosotros mismos podíamos esperar ya más. El tiempo se ha cumplido, y aquí estamos.

            La salida la hacemos desde Las Bellostas, uno de esos pueblos, de los pocos, muy pocos, que mantienen viva la frágil vela de la vida por estos duros territorios de La Guarguera. Si alguien viene dormido en el autobús, se le acaba el momento, porque bajar de ensoñaciones para estar frente por frente a uno de los sectores que albergan a los grandes del Pirineo, te hace no saber si sigues en ellas. Frente a nosotros, sus majestades Tres Sorores y Tres Marías, unidas por la Punta de las Olas por un lado y la Suca por el otro, y ambas por ese enorme tajo que es el collado de Añisclo, paso natural para quien quiera cambiar de los aires de este último valle a los de Pineta, o viceversa, dos de los que, junto con los de Ordesa y Escuáin, confluyen en estas Tres Serols, considerado como el macizo calcáreo más alto de Europa.

Iglesia de Bagüeste
            Todo ello, todos nuestros recuerdos de pasos, de sensaciones perdidas por ellos, quedan atrás en el recuerdo y en el paisaje. Nos dirigimos hacia el sur, hacia Bagüeste, a donde llegamos en algo más de hora y media, por el GR 1, también llamado Sendero Histórico. Uno de tantos, y tantos cientos de núcleos poblados en otros tiempos, con gentes atrapadas en el terreno, atrapadas en el tiempo, atrapadas en su destino, que no fue otro que el de dejarlo todo. Todo. Desde entonces, piedra a piedra, recuerdo a recuerdo, se van cayendo vestidos de amarga melancolía, cubiertos por vientos y soledades. Si queréis profundizar en el conocimiento de este enclave, como de tantos otros, podéis hacerlo de la pluma de Cristian Laglera, uno de los más activos estudiosos actualmente de las viejas piedras, otrora vivas, de nuestro Pirineo: http://www.despobladosenhuesca.com.


La vida se pausa en invierno
            Coqueteamos con los primeros compases del Mascún que, como neonato, es ajeno a lo que le va a ocurrir a partir de aquí, no sabe qué seres se le van a aparecer en su vida, no sabe qué paisajes va a modelar, no sabe que va a ser querido, admirado, recordado. No sabe. Pero su pequeño corazón comienza ya a latir debajo de una fina capa de hielo.

          Otra hora más y llegamos al cruce de Letosa, otro que tal. Estamos a punto de comenzar el barranco de Raisín por su derecha, para meternos en la llamada Faja de Mascún, una atalaya aérea, al cobijo de enormes paredes, y desde donde, sin perder nunca la atención sobre el paso a paso, sobre el nevado, a tramos, suelo donde pisamos, nos permite admirar el arte geológico que estamos a punto de comenzar a recorrer. Dejando a nuestra izquierda la otra margen del barranco, por cuyo camino nos llevaría hasta dar vista al del Mascún por el camino de Las Lañas, seguimos con unas sensaciones compartidas entre el respeto y la admiración. Como llave del paisaje que estamos a punto de abrir, pronto se nos aparece la Cuca de Bellostas, un monolito, un pináculo pétreo, testigo del devenir del tiempo que lo ha moldeado, y que en sus 60 metros de altura, acoge actualmente vías de escalada tradicional, de largos, de los de siempre, porque no sólo deportiva hay en Rodellar.

Faja de Mascún
            El GR 1 se aparta del barranco para seguir por uno que le rinde, hasta llegar a otro núcleo abandonado, a Otín, vigilado de cerca por otro de ellos, Nasarre, también despoblado que no contaba con más de tres casas, y cuya iglesia, que reza a San Andrés, es del siglo XI y ha sido recientemente restaurada. Otín, decimos, que nos recibe con olor a pólvora. Paraíso de escopeteros que con sus mega-vehículos sentimos que ultrajan el paisaje. Otín, decimos, con sus ruinas, con sus desafortunados, desafortunadísimos e irrespetuosos apaños que claman a lo más alto. Otín, decimos, que grita en silencio sus ansias de que lo dejemos en paz después de todo por lo que ha pasado. Eutanasia, digna eutanasia. Otín.

Los abuelos del bosque
            Breve comida en las eras, y reagrupamos para seguir camino, un delicioso camino vestido de robles que coquetean con los débiles ya rayos de sol. En pocos pasos más llegamos al barrio del Barranco, para seguir revistiéndonos con ese halo de amargura, de soledad y de abandono que destila cada una de las piedras que el tiempo va dejando caer como aldabonazos en la memoria. Pero preferimos seguir fijándonos en la vida, en lo vivo, cuando oportunamente aparecen unos ejemplares de roble asombrosos, los abuelos del bosque, centenarios, quizá milenarios, ante los que acompasamos nuestra respiración a la de ellos… lenta… pausada… les hablamos, les preguntamos, y seguro que nos entienden, seguro que nos responden, pero no lo percibimos, no estamos a su altura, pero no por ello dejaremos de hacerlo.

Prodigios
            El camino nos lleva de nuevo al barranco principal, al Mascún, por donde se nos va abriendo ya esa ciudad de piedra, esas señoritas petrificadas ante tan magno escenario, sin darse cuenta de que son ellas las que lo llenan de vida. La Ciudadela hace de telón de fondo para una foto de grupo que sabe a cima. Hoy no la habido, pero estamos en una permanente. Unos buitres que han salido a darse sus paseos, sus planeos, aprovechando las térmicas que se originan al medio día, nos acompañan hasta que llegamos al lecho del barranco, un lecho arenoso, seco, un fondo que, contrariamente a lo habitual, va por encima de las aguas, de esas escasas aguas que circulan por los laberintos que la blanda caliza les proporciona. Pero eso es por poco tiempo ya, porque llegamos a la Fuente del Mascún, ese lugar por el que rebosan las que ya no caben por esos freáticos conductos. A partir de aquí, pues, el cauce revive, bajo la sempiterna presencia del famoso Delfín del Mascún.

El Delfín de Mascún
            Llegamos ya a terreno humanizado, a terreno codiciado para la práctica de la escalada deportiva. Infinidad de vías de distintas dificultades pueblan estas intrincadas paredes en varios sectores, que sería muy prolijo enumerar. Verdadero paraíso, que con clima más benigno se puebla de decenas, de cientos de escaladores de cualquier lugar del mundo. Hoy, con frío, y a estas horas tardanas del día, aún contemplamos las piruetas de algunos de ellos.


           Finalmente, y tras casi siete horas desde el arranque, llegamos a Rodellar, que mira a las soledades de Guara, que mira a sus paredes, a sus vías, que mira a sus gentes, que mira a sus visitantes y los mima para que les queden ganas de volver. Eso. Eso veníamos gestando a lo largo de los 18 kilómetros de travesía, a lo largo de unos 500 metros de desnivel positivo acumulado y 900 negativos. Eso. Eso mismo hemos sentido. 

            Carretera y manta, y esto último es porque casi, casi, hace falta.


El reportaje completo de fotos, en

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