domingo, 16 de agosto de 2015

Faja de la Pardina y Mondoto

AQUERAS MONTAÑAS
Faja de la Pardina (2.000 m)
Mondoto (1.962 m)
Sábado, 15 de agosto de 2015



            Una nueva salida de la Sección de Montaña del CP Mayencos de Jaca por delante. Sara, Eva y Manuel, Ástrid y Angy, Josemari, Toño, Julio y el que suscribe, nos ponemos en marcha acudiendo a Nerín, donde Horacio y su bus nos acercan a Cuello Arenas para comenzar la ruta. Una ruta la de hoy, que al no ser demasiado exigente, la hemos complementado con la subida a un monte cercano.


Las Tres Sorores, con nieve reciente
            Varios son los valles que han surcado y surcan las montañas, a lo largo de los siglos y milenios, y que confluyen en el macizo del Monte Perdido. Todos distintos, dependiendo de su orientación, su geología… pero todos iguales porque tienen el mismo cometido, llevar a la tierra media las esencias de estos montes mágicos, de estos montes míticos, de estos montes legendarios, de estos montes. Uno de esos valles, el más cerrado, el más espectacular, se salvó de las aguas empantanadas allá por 1982, cuando la ampliación del Parque Nacional de Ordesa le añadió a su nombre lo de “y Monte Perdido”, salvándolo de las garras del proyecto de inundación del Cañón de Añisclo para aprovechamiento hidroeléctrico, que rondaba desde los bajos 70. Hoy visitamos uno de los barrancos que vierten en él, el de la Pardina, con su magnífica faja. Allá vamos.

Por la plataforma hacia la entrada de la faja
            Nerín, 12º, mañana húmeda y fresca. Un autobús con poco más de media entrada se dirige hacia los miradores transportando a amantes de las montañas, que en esta jornada han decidido desafiar a los pronósticos del tiempo. Otros no, otros han cancelado la salida. El autobús se detiene en Cuello Arenas. Nueve mayencos y sus mochilas lo desocupan. Aún no son las nueve de la mañana, pero la nieve en las alturas ha madrugado más que nosotros. Los velos que permiten pasar de la noche al día, en su deambular nos muestran un macizo del Perdido salpicado por ese elemento que se torna compacto, frío, más duradero, semejante al azúcar glas que adorna una enorme tarta con varios montículos. No se puede decir que sean las últimas nieves, ni las primeras, a estas alturas nieva todo el año, y hoy es una prueba más.

Mallata Fogaril
            Nos metemos de lleno en ese vasto espacio, soporte de un circuito de esquí nórdico que no todos los inviernos marcan, y que es verdaderamente espectacular. Con la vista al frente, hacia las Tres Sorores, Punta de las Olas, collado de Añisclo, la Suca y las Tres Zucas, más conocidas como las Tres Marías, nuestros pasos se dirigen hacia la cabecera del barranco de la Pardina, hacia el comienzo de un vertiginoso viaje de las aguas que por él se despeñan. Por una cómoda plataforma vamos llegando. Esta nueva orientación ya nos permite tener una vista más completa sobre el barranco y la faja por la que vamos a entrar.


As crabetas
            Unos cortos pasos descendentes nos meten en ella, y lo primero que nos encontramos son unas grandes oquedades en la roca. Lo llaman Mallata Fogaril. Comienza nuestro deambular por esta bonita faja, de dentro a afuera del barranco, que vierte sus aguas al Bellós en el Cañón de Añisclo. En poco más de media hora nos presentamos en un escaso salto de agua, que desde una pequeña espelunga a unos 12 ó 15 metros, cae en vertical sobre un amplio asiento de musgos, que delatan la pervivencia de humedad, aunque ahora baje escaso de agua. Estimamos su esfuerzo, pero más no puede. Recibe el nombre de Ballisaco. Antes de llegar a él, nos hemos topado con una docena de crabetas, que ante nuestra insistencia, han tenido que retroceder.

Progresando por la chimenea
            El sendero es muy variado, a tramos está dominado por la hierba, que al estar mojada hay que andarla con cuidado. Hay otros corros anchos, más cómodos. Muy variado, sí. De vez en cuando, obligado es parar para recrear la vista paseándola sobre el propio barranco, y más en lontananza sobre ese Añisclo, que ya deja ver uno de sus guardianes, los Sestrales. Una hora justa de auténtica delicia en altura nos ha llevado hasta el final, hasta el drástico final. Hay que alcanzar los prados de arriba, y para ello hay que meterse en una empinada canal que han equipado con cadenas, sirgas y grapas, lo que aporta mucha tranquilidad y comodidad. Todos, uno por uno vamos pasando por ello, hasta llegar, como decimos, hasta la tierra llana, que permite de nuevo que nuestra visión se alargue hasta esa divisoria con el valle de Pineta, que poco a poco va enganchando nubes.


Mallata Candón
            Seguimos la contemplación con las manos y las mandíbulas ocupadas, pero no mucho tiempo, hay que apremiar. El sendero nos lleva hasta la mallata Candón, un buen abrigo para la intemperie. A partir de aquí tomamos dirección poniente, entre sendero y no, que nos acerca al borde del barranco, a unos pasos que son los que suponemos llaman Malpasé. Con el rabillo del ojo, no dejamos de ver esas ansias de los montes en acumular y acumular nubarrones, negros nubarrones, de esos que no te gustaría tener encima, y menos en la montaña. En menos de una hora desde Candón, nos presentamos en la entrada de la faja, cerrando de este modo un círculo que abrimos hace dos horas y media.

Josemari con su hallazgo
            Desandando nuestros pasos por esa amplia plataforma, en cuenta de ir hasta Cuello Arenas, en el momento que podemos, bajamos al barranco para subir por la otra vertiente y dirigirnos ya hacia nuestro siguiente objetivo, el Mondoto. A veces por sendero evidente, otras no, enfilamos hacia la Estiva, que rodeamos por su base en busca de ese otro monte en el que queremos hoy dejar nuestra impronta, si antes no nos la deja el agua en nosotros. Por abajo se ven más nubarrones, pero cierto es que con algún claro. A ver en qué queda todo esto. En nuestro camino se interpone un hongo como la cabeza de un crío, que cómo lo vamos a dejar ahí sólo, el pobre.


            Finalmente ya tenemos ante nuestra vista el Mondoto, y la raya que forma una plataforma por la que se sube viniendo de Nerín, por la que bajaremos, pero desde aquí se nos hace mucho dar semejante rodeo, de modo que vamos haciendo zetas ganándonos unas palas herbosas, hasta que se terminan, dando paso a un tramo de piedras, que al ser grandes se superan con facilidad.


Espectaculares vistas sobre Sestrales
            Echando la vista atrás da auténtico pavor ver los cielos de Monte Perdido y sus satélites. En menos de media hora hemos subido a la cima de este monte, que no llega a los dos mil metros, pero que su escasa cota lo compensa con las vistas que ofrece sobre los grandes macizos, sobre el Cañón de Añisclo, Castillo Mayor, Sestrales, que oculta a la Peña Montañesa. Al fondo, en el llano, un gran embalse amansa las aguas de Cinca y Ara, pero encrespa las lágrimas de tanta y tanta gente que echó de sus casas y sus tierras, de sus recuerdos y de su futuro. Que me pierdo.



            
Nerín en el Ballivió
            Buen sitio esta terraza kárstica para contemplar, para dar rienda suelta al pensamiento, con una fina pita por si hay que tirar de él, como así es hoy, porque empiezan a caer las primeras gotas. Pensábamos estar más tiempo, no lo hay. Pensábamos echar un bocado, no puede ser. Escasamente cuatro fotos, y chubasquero al cuerpo. No pasan ni dos minutos desde el comienzo del descenso cuando oímos el primer trueno, que bueno, no lo tenemos encima, pero vamos hacia él. Las piedras del camino se ponen resbaladizas, pero no nos hacen bajar más despacio, sí con más atención, pero no más despacio. En media hora nos alineamos con Ballivió, dando vista a Nerín, parando un poco de llover, y en menos de media hora más llegamos al coche, habiendo arreciado de nuevo los últimos cinco o diez minutos.


            Un cuarto para las tres… y sin comer… y lloviendo. Con los mismos 12º del comienzo, tiramos para abajo en busca de más tranquilidad, que encontramos en un parador de Sarvisé, donde echamos un bocao con las exquisiteces del hongo empanado. Y poco más, cada mochuelo a su olivo. Como en el tramo de la faja se va tan pegado a la pared, las señales satelitales adquieren vida propia que luego hay que ajustar en la medida de lo que se es capaz de hacer. De modo que los datos de hoy son más estimados que reales. La distancia ha salido de 17,5 km, y el tiempo total algo inferior a 6 h, de las que 4h 30’ han sido en movimiento. Al ser distinto el punto de salida que el de llegada, también lo son los desniveles, saliendo en torno a 900 de D+ y 1.500 de D-. Una buena jornada de monte en buena compañía… hasta la del agua ha sido buena. 







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