viernes, 25 de septiembre de 2015

Oza - Taxeras, el nexo

IXOS MONS
Oza - Taxeras
Jueves, 24 de septiembre de 2015



            Con el tránsito del Sol al signo de Libra despedimos al verano y damos la bienvenida al otoño. Los signos zodiacales tienen su correspondencia con los cuatro estados de la materia. Libra es un signo de aire, concretamente de aire de montaña, y es la mejor combinación, la mejor excusa para echarnos de nuevo al monte para impregnarnos de ese aire regenerado tras el paso por el equinoccio. En él se iguala la duración del día con la noche, que a partir de ahora va ganando terreno. Pero no sólo eso, también queríamos comprobar si lo pillábamos de sorpresa. Y sí, lo hemos pillado, nos hemos encontrado a un bosque ausente, entretenido en sus faenas de darle la vuelta al fondo de armario para cambiar sus ropajes. Éste me gusta, éste no me gusta… y prevemos que se va a quedar con lo de siempre, con lo más bello, con lo más inspirador.

Altivo Castillo de Acher ,desde Oza
            En nuestros montes cercanos tenemos un escenario ideal para ser testigos de ese cambio paulatino de vestimenta, antes de la siguiente época, la de desnudez. Momentos místicos de la erótica natural que en pocos lugares como en el Parque Natural de los Valles Occidentales podemos apreciar. Dos de sus ejes vertebradores, dos de sus principales valles, el de Ansó y el de Hecho, labrados por los ríos Veral y Aragón Subordán, bajan orgullosos hasta sus respectivos finales en el Padre Aragón. Bajan orgullosos, decimos, de su pasado, de las tierras que riegan, de sus gentes, de las montañas que dejan atrás, y todo eso se nota cuando visitas sus cabeceras. Unas cabeceras que aunque cada una se ha sabido labrar su propio destino, también han sabido mantener varios nexos. Hermanas se sienten porque han sido paridas en hermanos montes.


Ya van asomando los grandes de lo lugar
            Uno de esos sitios donde es fácil dar gusto a las dos cuencas con nuestra visita es recorriendo por debajo la llamada Faja de Mazandú. Hoy, con Sara y José Luis, unimos la Selva de Oza con Taxeras, subiendo por el barranco de Estribiella, hasta su collado, y bajando por el de Mazandú, hasta Taxeras, extremo oriental del Valle de Zuriza. Desde la Casa de Forestales de Oza, el sendero parte ya con ganas, parte ya tiesote. Es una antigua trocha de madera, pero cómoda de subir, al margen de su desnivel. Un hito desmoronado, que no vemos, hace que no tomemos la entrada a la senda y sigamos la evidente trocha, metiéndonos en el mismo cauce del barranco, hasta que nuestro mosqueo nos hace dudar. Vuelta sobre nuestros pasos, reconstrucción del hito, y seguimos. Como media hora perdida… o ganada entre el bosque, según se mire.


Barranco de Estribiella
             Muchos y emblemáticos son los montes que nos rodean, y que pugnan por copar el protagonismo del espacio, pero hay uno de ellos que tiene muchos números para conseguirlo, y es el Castillo de Acher, que se afana en dejarse ver a la mínima oportunidad que le da el bosque. Ahí aparece, con su excepcional valle colgado entre las perlas de su corona. Vamos saliendo del bosque y el sendero nos da opción a asomarnos al barranco, que se torna vertical, y es su verticalidad la que atrae a aficionados de este discurrir por su cauce, de este rapelar junto a ese tropel del líquido elemento. Bellas concavidades, bellas marmitas rotas, conseguido todo ello por el paso del tiempo y la fuerza de sus aguas. El sendero se empina a la par que el barranco, y nos sube a un lugar de reposo, de verde reposo, vigilado muy de cerca por las vertiginosas paredes norte de la Peña Forca y sus vecinas a uno y otro lado.

Oza, que vamos dejando atrás
            Después de esta hora y media empinada, nuestro paso por la tasca sirve de descanso para los pies y el fuelle, hasta dar comienzo a la subida al collado, que coincide con el desvío hacia esa Gran Dama que es la Forca. Tomamos el de la derecha. Ante nosotros se abren dos salidas, la del barranco, mucho más agreste, y la de más al norte, más a la derecha, que nos subirá al collado en base a zigzagueos constantes por un no muy bien definido camino, pero que no ofrece ninguna pérdida, porque este primer collado está a la vista. Los últimos compases se empinan un poco más, y la presencia de esquistos, hacen que en algún paso haya que afinar la atención.

Mazandú, bajando a Taxeras
            Esto nos aúpa a otro pequeño valle colgado, que tenemos que recorrer para llegar, ahora sí, al verdadero collado de Estribiella, al punto más alto de la jornada, a nuestra cima de hoy, en otra hora y media más. Total, tres horas desde el arranque, que bien se puede hacer en dos y media, como mucho. Hay un tópico muy manido, pero por ello no menos cierto, y que dice que cuando una puerta se cierra otra se abre. Exactamente eso ocurre en los collados, las bellas vistas que vas teniendo a tus espaldas, y cuya perspectiva vas ganando con esfuerzo, tienes que renunciar a ellas en favor de las que te encuentras de frente. En nuestro caso, estamos en el nacimiento del barranco de Mazandú, que tras regar esta partida, va a engrosar el de Petraficha en Taxeras, y con él, y muchos otros, hasta juntarse con el Petrechema en Zuriza, dando forma al Veral.

Barranco de Mazandú
            Estamos en uno de esos lugares que decíamos al principio de nexo entre estos dos grandes valles de Zuriza y Oza. Estamos bajo el humilde, por no decir humillado pico de Estribiella, y decimos lo de humillado porque no le debe ser fácil convivir eternamente con el altivo Rincón de Alano, en el extremo oriental de esta Sierra de Alanos, que cierra al sur Taxeras y Zuriza. Una sierra, y nunca mejor aplicado el apelativo, porque cada uno de sus picos, de sus afilados picos, son una punta de esa sierra caliza que, bueno, ahí está, para admiración de todo el que pase bajo sus pies. Todas estas reflexiones surgen mientras damos buena cuenta de un bocado que nos permitirá continuar nuestra marcha.

Supervivencia
            Tenemos a la vista los corrales de Mazandú, hasta los que llega una pista que termina un poco más arriba. A ella llegamos al cabo de casi una hora desde el collado, descontando la comida. En ese tiempo de marcha, primero hemos acompañado de cerca al barranco, y luego, el camino te sube al lomo que viene de la cumbre del Estribiella, para ya por buen pisar ir bajando de nuevo al barranco de Mazandú, para cruzarlo, y tras coquetear con las entradas y salidas de varios de los pequeños barrancos que bajan de la gran muralla, llegar finalmente a la pista. Una pista de amplias lazadas que puedes ir burlando por sendero.


Cambio de ropajes
             Nuestros pasos nos llevan al circuito de la Senda de Camille, en su etapa más larga, la de Linza a Gabardito. Dejamos el desvío que sube al Achar del Alano, y seguimos bajando. Muy próximo a este punto, rendimos homenaje a un gran ser, posiblemente atacado por un rayo, y que ha sabido resurgir de sus cenizas, con un llamativo penacho de ramas todavía vestidas de verde. Vamos encontrando más y más hayas, algunas de las cuales han estado más listas en eso del cambio de ropaje del armario y comienzan ya a lucir sus mejores galas otoñales. Señales del parque nos meten por sendas de bosque que, despistando a la pista, suena redundante, ¿no?, nos dejan ya en el parquin de Taxeras, donde amablemente ha subido Carlos a recogernos.

            Una jornada espléndida en lo meteorológico y en buena compañía. Hemos tardado 5 horas de tiempo total, del que 2h 50’ ha sido en movimiento, para recorrer los 9,3 km, haciendo un desnivel acumulado de 925 m D+ y 775 D-. Habrá que volver a ver cómo van esos seres con lo del armario. Sí, habrá que volver.
  





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