lunes, 7 de diciembre de 2015

Murillo - Ayerbe, por el Reino de los Mallos

IXOS MONS
Murillo - Ayerbe
Domingo, 6 de diciembre de 2015



            Entrados somos en diciembre. Lejos queda ya ese inoportuno zarpazo de un invierno que golpeó de forma brusca sobre corredores, andarines y voluntarios en el Valle del Aragón hace unas semanas, y que con las mismas, se fue a dar lección a otra parte. Invierno. Ni está, ni se le espera. Vuelve la estabilidad atmosférica, que nos proporciona frías noches y amaneceres, y cálidas jornadas en estos cortos días de un otoño que sigue en su agonía entre la media montaña. A ella nos dirigimos hoy, con un nutrido grupo de Andarines del Club Atletismo Jaca para explorar los andurriales entre Murillo de Gállego, que una pica zaragozana pone en tierras oscenses, y Ayerbe.

Transitando por la pasarela
            Reino de los Mallos, que lo fue entre 1097 y 1111, entre amores y desamores palaciegos, entre cuitas y ambiciones, entre dotes y bodorrios. Reino de los Mallos, reino entre los reinos. Riglos, Rueba, Agüero, verdadero reino, con formaciones geológicas que pausadamente brincaron del fondo marino con su paz inundada de saladas aguas, apuntando al infinito, donde inunda también la atmósfera visual del caminante, donde el Gállego ha sabido buscar su camino en pos de la tierra baja, donde desafía las leyes de la gravedad poniendo a prueba la destreza de los itinerantes en esos caminos verticales, donde acuden todas las miradas, donde uno se hace pequeño ante su grandeza. Hoy, con la mayor admiración, humildad y respeto, y casi, casi de puntillas, pasamos de nuevo a tus pies camino de otro de los bastiones de ese antiguo y fugaz reino.


Llegada al apeadero
            Otro día despejado entre los días despejados, pero al brincar el alto de Santa Bárbara, nos asalta la niebla amulagada en su cara sur, temiéndonos lo peor. Pero en la confianza de que la fuerza del día la haga replegarse a sus cuarteles fluviales, y tras dejar tres vehículos en Ayerbe y regresar con otro hasta Murillo, trece andarines, nos ponemos en marcha. Por el Camino Natural de la Hoya de Huesca, veinticuatro palos repiquetean en el asfalto de los primeros compases, que el fresco reinante hace que los pasemos apresuradamente. La bajada a la cuenca del Gállego no ayuda nada a ese confort térmico, la corriente de agua lleva aparejada la de aire, pero que se ven mitigadas por la distracción que supone el tránsito por esa pasarela que nos lleva a la margen izquierda, donde al cabo del empinado sendero, éste se dulcifica para llegar calmado al apeadero de Riglos, en el que tantas veces hemos subido y bajado de ese canfranero que nos acercaba desde la capital hasta este verdadero reino de la escalada.


Un breve descanso en el barranco
            En poco está ya la llegada a esta población, en la que unos olivos centenarios nos dan la bienvenida mostrándonos sus retorcidos troncos, ajados por el tiempo y la intemperie. Transeúntes del tiempo vertical colgados en las paredes donde el perfecto maridaje de la arenisca y los cantos rodados, hacen de la actividad una extraña mezcla entre delicia y sufrimiento en sus retos y desafíos. Seguimos camino adentro. La niebla reinante se ha reducido a trazos testimoniales que adornan el cauce del río. Pasamos por debajo de los mallos grandes, luego de los pequeños, y el barranco de la Mota nos encauza entre el Paredón de los Buitres y Os Fils, para ya por empinado sendero ir sacando cabeza sobre todos ellos y alcanzar la pista que nos va a llevar hasta la ermita de San Miguel, habiendo pasado por el desvío al Mirador de los Buitres.

En la ermita de San Miguel
            Aquí, en San Miguel decimos, junto a las ruinas del castillo de Marcuello y la iglesia de la Virgen, dejamos el Camino Natural y seguimos por el GR 1 en dirección a Linás, que nos recibe con auténtico ambiente de pueblo de media montaña en esta época del año. Olor a ganado estabulado. Nadie por la calle. Apenas dos nativos al sol, a los que les preguntamos la dirección para Ayerbe. Comienza con una cuidada pista en la parte baja del pueblo, donde un cartel indica que nos quedan 6,3 km hasta nuestro destino. De puntillas pasamos por entre campos de olivos que dejan entrever escopetas y escopeteros. No está tan claro el camino como nos dijeron, pero seguimos con más intuición que certeza, hasta llegar al barranco de Siscoya, que para penetrarlo hemos de dar un buen rodeo.


Llegada a Ayerbe
            Nos encontramos con un huerto solar, y suponemos que ahí es el punto en el que tendríamos que haber seguido por la izquierda en lugar de por la derecha. La falta de señalización y el temor a desviarnos rumbo a Loarre, hizo que nos presentáramos en la carretera como kilómetro y medio antes de Ayerbe. Tramo carretero que hacemos en fila india y con ganas, a pesar de ser lo último ya de la jornada. Pero la llegada a Ayerbe no representa el final de la andada, que la búsqueda de la Feria de la Cerveza nos hace alargarla otros casi dos kilómetros. Pues eso, ahí termina esta historia, no sabiendo decidir entre 8 ó 10 grifos cerveceros y algo de picoteo.

            Al final han sido casi 19 km, con 4 h de tiempo total, del que 3h 30’ han sido en movimiento, con casi 800 metros de D+ y 720 de D-, en un emocionante paseo de altos vuelos por la historia del Reino de los Mallos y la geografía de los mallos del reino. Una mañana diez. Hala, y cada mochuelo a su olivo.
  




El track, en: http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=11604809

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