domingo, 24 de abril de 2016

8ª Marcha por La Galliguera, el Reino de los Mallos

ANDADAS
8ª Marcha por La Galliguera
Sábado, 23 de abril de 2016


            Día del patrón, santo patrón dicen algunos. Hagamos Aragón. Aragón, tierra de gran riqueza medioambiental y paisajística. Aragón, tierra de grandes espacios, de cielos abiertos. Aragón, tierra de llanos y montañas. Aragón es nuestra tierra, y de la que estamos muy orgullosos. Si subes de la depresión del Ebro hacia la cordillera pirenaica, antes de llegar a ella, encontramos unas formaciones, llamadas Sierras Exteriores. Algunas, muy peculiares, Riglos, Rueba, Agüero, ahí están, enhiestas, altivas, soberbias, muy seguras de sí mismas, esas peñas, mirando al infinito con sus ojos de piedra y sus pies regados por un río donde se reflejan. Un río que vertebra el territorio, y que desembalsado se torna juguetón, alegre, vivaracho, enredón con barcazas y nabatas, al margen de lo que le depare el futuro.


            Quince andarines del Club Atletismo Jaca llegamos a Agüero convocados por esta 8ª Marcha por La Galliguera. La Peña Sola está menos sola. Mañana fresca, despejada, valiente, que nos arremolina en la plaza, que nos reúne en torno a un tente en pie para salir ya con la energía que exigen los próximos 22 kilómetros, con la energía que exigen las próximas 5 horas. Palabras de bienvenida, últimas recomendaciones y… al turrón.


            La salida por las calles del pueblo nos muestra bellos y pacientes rincones. Enseguida al monte, a por un sendero que pronto se empina buscando los nortes. Sierras calladas. Las alturas nos van ampliando el horizonte, un horizonte nevado en dirección al Moncayo. Sin reblar seguimos en serpenteante caminar hasta el collado de Punta Común, que nos descubre unos espacios realmente bellos. La mañana no ha levantado todavía el algodonoso manto de cobertoras nubes que cubre el fondo de los valles. Nosotros, felices por encima, como las puntas de los mallos de Riglos, ya desperezadas.


            Sólo nos resta bajar del todo. Ermita de San Chinés, que convierte la senda en pista, hasta la carretera a la altura de la entrada a Carcavilla, donde tras ocho kilómetros, encontramos el primer avituallamiento. Cruzamos el Gállego y por camino diverso llegamos hasta el cauce de ese canfranero que se crece en su pasado, no se resiste a su presente y reivindica su futuro. Junto a las vías dejamos nuestros mejores deseos. Por definido sendero, robado a las rocas en algún tramo, nuestra vista se va distrayendo haciendo tirabuzones con el espacio, con el viento, con la luz, con el río que mece a las barcazas. La Ruta del Carburo se vuelve a emparejar con la elevada vía del tren, desde donde caían esos restos de carbón que vamos pisando.

            
            Riglos nos acoge como siempre, con gentes colgadas que se contornean por sus caminos verticales, caminos de piedra, de conglomerados, robados a los lejanos fondos marinos. Segundo avituallamiento, y seguimos. Salimos del pueblo por entre centenarios, quizá milenarios olivos, donde se cobija el viento, que esconden los secretos del tiempo en sus retorcidos pliegues, que no vieron las casas pero vieron el sol, que no vieron las vías pero vieron el aire, el río, lo que amamantó a todo ello, a ellos también. Ilusión de plantarlos, ilusión de verlos crecer, ilusión de ordeñar sus preciados frutos, como la ilusión que lleva este grupo circulando por el Camino Natural de la Hoya de Huesca camino de volver a cruzar el río por el puente vibratorio, que en sus dos piezas se mece a nuestro paso.


            Enfilamos ya la llegada a Murillo de Gállego, que también tienen sus peñas, las de Rueba, aunque mallos no los llamen, porque tan vistosos no son, pero ahí están, reflejados también en ese río que de las Galias trae las aguas y el nombre. Tercer avituallamiento y empinadas calles. Saliendo de ellas nos incorporamos a la calzada medieval, y tras de ella, por el canto de unos campos que contagian su alegría entre oliveras y almendreras, llegamos a salir a la carretera, que pisamos unas decenas de metros, y siguiendo por las señales del Camino Natural de la Hoya de Huesca, entramos en ese Agüero que nos vio salir y ahora llegar.


            Alargadas mesas cubiertas de blanco satén de celulosa, dispuestas para los comensales, que poco a poco nos vamos arrimando al amor de la comida que ha visto el paso del tiempo. Breve sobremesa y cada mochuelo a su olivo. Otra jornada más, pasada en armonía, por estos montes, que un día fueron reino, reino de batallas y pugnas por recuperar lo que era suyo, reino que en su devenir ha ido destilando esas esencias que sólo con los ojos abiertos de dentro se pueden captar, reino que plantados vieron a estos mallos que le dieron nombre. Para nosotros, también un verdadero placer el recorrer estos 21,6 km en 5h 10’ de tiempo total, del que 4h 35’ ha sido en movimiento, con un desnivel acumulado en torno a los 1.200 metros. Hoy, los andarines del Club Atletismo Jaca hemos reinado en estas montañas.
  





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