viernes, 10 de junio de 2016

Sierra de Lupera, el balcón del Alcanadre

IXOS MONS
Sierra de Lupera (1.436 m)
Jueves, 9 de junio de 2016



            La magia es algo inmaterial, que tiene sus defensores y sus detractores. Y tan inmaterial es, que su concepto es etéreo, como ella misma. Nosotros la definiríamos como la capacidad de transformar, de mejorar las cosas, los seres también. Estamos ante unos paisajes duros, hoscos, con profundos cañones y altivos escarpes, que albergan escasos, pero amables corros de tierra otrora humanizados, y que se ven transformados diariamente por esa luz, por esos vientos, por la lluvia, por el tiempo que se escapa entre sus dedos, y que sin duda los hacen más atractivos. Eso es lo que sentimos cada vez que volvemos a estas tierras, a esta Sierra de Guara, justamente protegida como Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, porque toda magia, toda transformación debe ir siempre en la buena dirección.


Mansas aguas del Mascún
            Hoy, la volvemos a visitar para impregnarnos de esa magia, para ser partícipes de ella y de sus encantos, para comprobar de primera mano cómo esta primavera, en su fugaz visita, ha sido capaz de despertar lo que el invierno ha sabido guardar celosamente. Y antes de que el estío venga con sus lenguas de fuego, aquí hemos estado con el amigo Javier, para subir a una de las sierras, quizá menos visitadas y que se ha sabido aupar entre dos bellas y profundas gargantas, la del Alcanadre y la del Mascún, cuyas aguas a él vierten. Hoy nos vamos a Lupera.



Rodellar
            Poco más de las ocho de la mañana son cuando ya se ve bullir la actividad en este núcleo que capitaliza la actividad de escaladores y barranquistas. Por darle un aire diferente, decidimos cruzar el Mascún por el puente de las Cabras, para lo cual hay que salir del pueblo junto a la iglesia, y nos encontramos la señal del desvío antes de llegar al Kalandraka, refugio y lugar de encuentro de escaladores. Un sendero, que comienza flanqueando viejas parcelas con paredes de piedra seca, nos baja irremediablemente hasta el fondo que se ha sabido labrar el Mascún a lo largo de milenios. Nos sorprende un pequeño, pero bien plantado puente de piedra, de un solo ojo ligeramente apuntado. Dejamos las calmas aguas atrás, y tras su paso por él, nos espera una pechugada para subir una loma, Lobartas, por donde discurren varios senderos, que vamos tomando guiados por el sentido de la orientación más que por los indicadores, que no los hay.

Senderos de paz
            La parte alta está vestida de matorral bajo y de bojes, que heroicamente se van abriendo paso entre el lapiaz. La mayor espesura la aprovechan las cabras silvestres que pululan por estas tierras, y que le dan un mayor aire de autenticidad. Una vez que nos asomamos ya a dar vista a la confluencia del barranco de Andrebot, unas marcadas lazadas nos bajan a su collado, pasando antes por el desvío al de Barrasil, con su descenso sencillo para iniciarse. Desde los llanos del Seral, tomamos la dirección a Nasarre, pasando por debajo de los imponentes paredones del Puntón de Antrebod, que imaginamos esconden todavía muchos secretos. Una ligera subida y llegamos a otro collado que nos abre la vista al Gran Norte, y donde está situado el dolmen de Losa Mora, descubierto en 1935 por el profesor Martín Almagro. Un lugar privilegiado sin duda, lleno de historias y leyendas. Nos recreamos unos minutos y seguimos.


Camino a Lupera
            Abandonamos el camino de Nasarre para tomar el de la izquierda, y dirigirnos ya hacia nuestro objetivo, por definido sendero, que a cosa de 600 metros nos abre otro a la izquierda, que nos enfila ya, en franca ascensión, hacia los acantilados de la sierra. El sendero combina lapiaz con piso más cómodo entre erizones, y encajonado en el barranco en su tramo superior, que nos lleva a una encerrona entre la maleza, por la que tenemos que ir adivinando el paso hasta llegar a una de las prominencias de la sierra. Las vistas desde aquí son auténticamente espectaculares. Por delante tenemos la gran mole del Cabezo de Guara, con imponentes paredones calcáreos y grandes e inclinadas rallas que bajan a beber hasta lo más profundo del barranco del Alcanadre, formando esas Gorgas Negras, palabras mayores ya para los practicantes de barranquismo.


Majestuoso vuelo del alimoche
            La ligera calima reinante no nos impide la vista hacia esa cordillera pirenaica, que se nos muestra en todo su esplendor, desde el Bisaurín, en tierras jacetanas, hasta los confines ribagorzanos. El plácido planeo de los buitres hace nuestras delicias al tiempo que regulamos la respiración y echamos un bocado al cuerpo. Pero hay un ave distinta, no tan grande, blanquinegra, que alza su majestuoso vuelo muy próximo a nuestra vertical. Alimoche, buitre también, pero elegante, muy distinguido.

Delfín del Mascún
            Y con las mismas, tomamos el camino de descenso pasando por los mismos lugares que hemos pasado para subir. Hasta los llanos del Seral, porque vamos a bajar directos por el Andrebot, que nos conduce hasta el mismo lecho del Mascún, que encontramos completamente seco el corto tramo que media hasta la surgencia, que le aporta nuevo y fresco caudal. Los equilibristas de lo vertical andan por sus caminos verticales en este paraíso de caliza, que alberga vías de todas dificultades, siempre bajo la atenta mirada de ese delfín del vacío, vestigio de los que quizá algún día, hace millones de años, tuvieran ocasión de navegar por entre estos fondos marinos.


            No nos queda más que subir hasta el pueblo. Es algo que hacemos, concluyendo esta extraordinaria semi circular por estos bellos parajes, una vez pateados 16,3 km, en 5h 30’ de tiempo total, del que 4h 20’ han sido en movimiento, para salvar los más de 1.200 metros de D+, en una muy buena mañana en lo meteorológico, y en buena compañía.
  




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