sábado, 8 de octubre de 2016

Herrera, entre la Huerva y la muga sur

IXOS MONS
Herrera (1.349 m)
Jueves, 6 de octubre de 2016



            De asentamientos íbero-romanos, de cruce de caminos, de reconquistas, de herreros, de colonizaciones, de navarros, de todo eso y mucho más va nuestra historia de hoy, porque hoy nos adentramos por la cuenca de la Huerva, concretamente hasta donde deja su pellejo turolense para mudar al zaragozano. Con el amigo Nicolás, que encabeza un grupo senderista que se autodenomina “Garrote y huevo frito”, no hay que explicar el nombre, nos adentramos en estas tierras herrerinas, que luchan por salir adelante, que luchan por que no les quiten lo que tienen, que luchan por mantener esas tradiciones que les mantienen pegados a la tierra. Que luchan.

Ayuntamiento de Herrera de los Navarros

Parroquial mudéjar de San Juan Bautista
            Herrera de los Navarros, enclavada en un cruce de caminos entre el norte y el sur, y como tal, propia de estar dotada de parada y fonda, y herrería para las caballerías. Ya tenemos el nombre. Vamos con el apellido. Jaime I, en sus avances reconquistadores la dotó de fueros reales para atraer población de tierras ya cristianizadas, siendo navarros los más abundantes. Y así se ha quedado, como el Villar vecino. A lo nuestro. Ocho y media de la mañana. El amigo Nicolás de espera, no se sabe cuánto tiempo llevaba, en la puerta del Avenida, junto al cauce seco del río homónimo de la localidad, afluente del Aguas Vivas, y que todo él, espera las codiciadas lluvias, como los campos de secano, como el monte, como el bosque, como todo lo que nos circunda, una rica naturaleza que languidece en su soledad. Y para que no nos lo cuenten, allí que nos hemos acercado para ser uno con esa alma viva.

            

Arrancamos

PR-Z 25 por caminos rurales
            Frente al ayuntamiento, junto a esa iglesia mudéjar, que reza a San Juan Bautista, parte el PR-Z 25, que nos va a acompañar en nuestra subida a esa ermita de la Virgen de Herrera, verdadero buque insignia de una población que quiere labrarse su futuro sin perder de vista su pasado. Es una zona incluida en la Red Natura 2000 como Lugar de Interés Comunitario (LIC). Por unas estrechas calles en plena renovación, salimos a las afueras, a las antiguas eras donde unas balizas con sus marcas blancas y amarillas nos indican que estamos en el buen camino. Un camino plagado de pequeños peirones que albergan las estaciones de un Vía Crucis, y que los amigos senderistas del pueblo se ocupan de mantener, aprovechando el trazado de viejos itinerarios rurales. Un camino que va dejando a derecha e izquierda esos campos de cereal entregado, y que esperan su labranza, y esas almendreras que habrá que perdonarles la mermada cosecha de este año, debido a la persistente sequera que padecemos.

Pequeña cabaña de corzos, que se asustan de nuestra presencia

Nicolás, junto a las ruinas de la cabaña del ermitaño
            Unos asustadizos corzos llaman nuestra atención a la par que vamos contemplando ya nuestro objetivo de hoy, un lejano monte en el que se va vislumbrando la ermita entre una verdadera maraña de antenas, a donde nos dirigimos. Y lo hacemos primeramente por Valdelafuén, un enclave con su fuente, que espera las aguas, su merendero, sus barbacoas, un lugar que anhela recobrar la vida que tuvo en un pasado. Nos metemos en el bosque, de pino, de carrasca, con unas jaras que se exprimen para ofrecernos sus mejores aromas. Fuente del Piojo, tan pequeña como ellos. Ruinas de la cabaña del ermitaño, que se resisten a desaparecer, como lo hizo su uso. Pasamos junto al desvío a unas trincheras de la guerra, recuperadas, que no visitamos por razones obvias.

Gran hito de piedras, alimentado por los andarines a su paso

Deliciosa senda
            La senda se esconde bajo el cemento, pero estamos atentos a cuando se libera de él para poder seguirla, más amable, más apacible, entre jaras, pinos, gayuba, y una diversidad de caducifolias que nos van ofreciendo sus mejores tonos otoñales. Volvemos a salir al cemento junto a un gran hito de piedras que los visitantes van amontonando, porque así lo marca la tradición. Finalmente, otro tramo de senda burla el cemento, es el llamado Paseo de los Curas, y tras hora cuarenta de disfrute por estos montes, llegamos a la ermita, con el permiso de un ejército de antenas que poca paz visual aportan. Nos cuenta Nicolás que hay dos grandes fechas en el calendario del pueblo, el día del patrón y el de la patrona. San Jorge y la Natividad de María. Dos fiestas que marcan la época de actividad de la ermita. El 23 de abril se abre, y el 10 de septiembre, dos días después de la festividad, se cierra, y no sólo la ermita, sino el complejo hostelero anejo. También nos cuenta que antes de existir ese complejo, hace décadas, aún recuerda que la ermita estaba cuidada por el ermitaño, que vivía de la venta de lo que sacaba de la producción de un rebaño de cabras, y de las limosnas que recibía de los vecinos en una época en la que esa actividad era delictiva.

Auténtico regalo para los sentidos
Vértice geodésico en el tejado
            Las grandes dimensiones de los edificios es suficiente motivo para que le dediquemos unos minutos a su visita, siempre por fuera, claro. Lo que más nos llama la atención es algo que no habíamos visto nunca, porque hemos visto muchas ermitas, rupestres algunas, en lugares insospechados, pero jamás ninguna debajo de un vértice geodésico; o dicho de otra manera, el vértice geodésico de este monte, se encuentra encima del tejado. El edificio, está levantado sobre la destruida en la guerra civil. En el extremo sur de esta gran explanada cimera encontramos un hito que señala la muga provincial. Dos mesas murales orientadas hacia las sierras y somontanos ibéricos, nos informan de todo cuanto nuestra mirada es capaz de vislumbrar, que es mucho, a pesar de las nieblas en lontananza.

Patio del complejo, desde la torre, donde se dan cita cientos de personas el día de la patrona
Caseta forestal y pilón de muga, en el extremo sur
            Visita rápida a la torre que es lo único a lo que se tiene acceso, y sin más entretenimientos, comenzamos el descenso. Y lo hacemos por el llamado camino del Reguero, que mira ya hacia la solana, por bosque de pino rodeno, y que tras dejar el cruce de Luesma, se tira por un camino ensanchado sobre el antiguo sendero con motivo de la tirada del tendido eléctrico, que nos acompaña a lo largo de casi un kilómetro por no muy cómoda bajada. Una bajada que va jalonada por pequeños paneles informativos sobre especies vegetales y animales. Ahí encontramos el mencionado pino rodeno, el enebro, la carrasca, la aliaga, el espliego, el jabalí, zorro, conejo, perdiz… piezas objeto de caza.

Panorámica hacia el solano

Comienzo del descenso
            El paisaje forestal ha cambiado mucho desde hace décadas, en las que todo era aprovechado para la combustión doméstica, especialmente la carrasca, con la que se hacía carbón. Pasamos por antiguas carboneras y ruinas de cabañas, que bien se podían poner en valor, antes que la frágil memoria, que como el carbón, lo oscurezca todo para siempre. Al llegar a una gran curva por la que la pista cruza el barranco, un gran chopo vigila el cruce que hemos de tomar para seguir el PR, que ya por ancho sendero nos va llevando al pueblo, pasando por grandes naves ganaderas. La entrada la hacemos junto a unas viejas casas que albergaban un molino junto al río Herrera. Casas secas, oficio seco, secos recuerdos, como hoy el río.

Llegando a Herrera de los Navarros
            Y poco más, tras 3h 40’ de tiempo total, del que 3h 20’ han sido en movimiento, para recorrer los 15,8 km de esta extraordinaria circular, llegamos al punto de partida, con 760 metros de desnivel acumulado D+. Una mañana amena, didáctica, con unos paisajes y un entorno que gracias a la buena conversación de Nicolás le hemos sabido sacar todo su partido. 



El track, en: http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=15018448

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